Rubio y Andrea son amigos desde hace muchos años, fue una dicha acompañarla con Antonio y su hija Lucrecia en su matrimonio a tres tiempos: primero la ceremonia civil, un par de días después la ceremonia simbólica en el Restaurante Salvo Patria y por último el baile en una terraza en la zona Rosa.
María y Robe se casaron en una playa desierta de Puerto Escondido, Oaxaca, frente al Océano Pacífico, que de pacífico no tiene nada porque las olas no dejaron de romper la playa con toda su fuerza, y con la suerte de un atardecer perfectamente sincronizado con la situación.
Estas fotos son raras, como raro es que de un día para otro el mundo entero se ponga en pausa.
Al principio sentí ansiedad: por las personas contagiadas, por quienes les cuidan, por los vendedores informales, los habitantes de calle, los migrantes venezolanos, los ancianos. Por los que están en duelo. Por mi esposa que es médica, mis papás y mi hermano, mis amigos y familiares. Por los amigos de mis amigos y sus familiares. Por la situación económica, la supervivencia de mi empresa, la gente que trabaja conmigo. Por el futuro, porque la ansiedad es básicamente preocuparse antes de tiempo.
A medida que los días pasan el tiempo libre inevitablemente me lleva a enfrentarme y cuestionarme. A reflexionar sobre el significado del trabajo en mi vida y la razón por la que lo hago: siempre he sabido que lo verdaderamente importante en la vida es la familia, la tribu. Pero esta es una reflexión agridulce, porque yo elegí sacrificar los momentos con la mía por documentar las ajenas. Lo hice, lo hago y lo seguiré haciendo con todo mi amor y así de grande es el compromiso que siento y la magnitud de la responsabilidad que asumo cada vez que uso mi cámara.
Siempre tuve consciencia de la fortuna de que mi trabajo sea mi pasión, pero ahora que me enfrento a la idea de que no podré hacerlo por un tiempo, al menos no como venía haciéndolo, me encuentro con que estaba equivocado, porque mi trabajo no me define, lo que me define es cómo lo hago.
Hoy que no se nos permite juntarnos, si acaso vernos a la distancia, se me hace más evidente que nunca que hay una conexión entre nosotros y nuestros seres queridos que va más allá de cualquier barrera.
El amor se puede expresar y sentir a través de una pantalla o una llamada y por más negro que se vea el cielo, ese amor de la tribu es el mejor combustible mientras vivimos la certeza de que todo lo que pasa, pasa.
Este momento requiere de toda nuestra fortaleza, nos exige trabajar coordinados, con pensamiento colectivo y empático. No va a ser fácil pero nos presenta la oportunidad única en la vida de crear cualquier cosa a partir de ahora y escribir la historia como queramos que se lea en los libros del futuro.
Juan Felipe Rubio